miércoles, 14 de noviembre de 2007

El hundimiento del maipú-por Manuel R.Aguilar-Oficial de la Marina Mercante-


Por Manuel Rodriguez Aguilar - Oficial de la Marina Mercante
Muchas veces había oído contar en mi casa la historia de la prima “Yiya”, que era tía segunda mía. Ella trabajaba de enfermera en el trasatlántico argentino Maipú cuando se hundió en su primer viaje. ¿El Titanic argentino? No, ni muchísimo menos. Si es verdad que la causa directa de su pérdida fue una colisión, pero en este caso el iceberg tenía la forma de buque de guerra norteamericano, por cierto, torpemente tripulado. Pero, a diferencia de la archiconocida tragedia del trasatlántico inglés, no hubo que lamentar desgracias personales entre el pasaje y la tripulación, algo que puede parecer un milagro teniendo en cuenta las circunstancias en que se desarrolló el suceso.
Con el nacimiento del siglo XX, las jóvenes Elena y Araceli Viviana Lázaro, dos de las hermanas de mi abuela, decidieron buscar nuevos horizontes lejos de España. Tomaron uno de esos barcos de la emigración que hacían escala en los puertos españoles y siguieron el camino a la Argentina. Pasados unos años Araceli Viviana se casó con Felipe Marconi, primo del inventor de la telegrafía sin hilos, y de su matrimonio nacieron 7 hijos. La tercera en orden era Dionisia Luisa, que desde pequeña fue conocida en la familia como “Yiya”. Fue creciendo y llegado ese momento en la vida en que hay que tomar un camino para el futuro decidió estudiar enfermera, profesión que marcaría en parte su vida.
Mi tía segunda “Yiya”, como integrante de la tripulación, se encargó de dirigir a los pasajeros hasta la cubierta de los botes salvavidas y a las escalas de embarque. Fue de las últimas en abandonar el moribundo buque y mientras descendía por la escala hacia el bote salvavidas que le esperaba se rompió la amarra y vio como se alejaba del costado entre la niebla. No le quedó otro remedio que tirarse hasta las heladas aguas desde donde fue rescatada casi por los pelos cuando ya empezaba a hundirse. Nada más subir a bordo del USNS General M. L Hersey se cambió de ropa y tras sobreponerse a lo que acababa de pasar, se puso a atender a los pasajeros rescatados que se encontraban todos bajo un estado de shock.(Ver foto)

Escala del Maipú en Santurce en julio de 1951. En el centro con el uniforme de enfermera mi tía segunda “Yiya” junto con dos compañeros, y en el muelle se ve a mi abuela Dionisia “Ita” que había viajado desde Madrid para verla. (Archivo Familia Rodríguez Aguilar).
Muchas personas después de vivir algo así abandonan y buscan otros destinos menos duros y exigentes, pero mi tía segunda “Yiya” continuó varios años más navegando de enfermera en el Yapeyú, hermano gemelo del Maipú. Por eso y por la valentía que demostró le dedico este artículo, que seguro nos estará viendo desde allá arriba.
Prácticamente no existe bibliografía sobre el naufragio del Maipú, ni tampoco sobre las andanzas de sus hermanos gemelos. El libro “Les grandes catastrophes maritimes” de Otto Mielke, publicado por Editions Denoël de París en 1958, incluye un pequeño capítulo dedicado al Maipú (páginas 33 a 40). También el libro de Arnold Kludas “Great passenger ships of the world. Volume 5 1951-1976”, de la editorial inglesa Patrick Stephens Limited, publicado Gran Bretaña en 1977, recoge una brevísima reseña de los tres buques, así como sus tres fotos (páginas 32 y 33).
En la prensa española, el periódico madrileño ABC, en su edición del 8 de noviembre de 1952, recogía en media página la conocida foto del Maipú hundiéndose con el siguiente texto: “HUNDIMIENTO DEL TRASATLÁNTICO ARGENTINO MAIPÚ.- A causa de la espesa niebla, el trasatlántico de lujo argentino Maipú, que desplazaba 12.000 toneladas, chocó con el transporte de tropas norteamericano M. L. Hersey, a 15 millas de la costa alemana, hundiéndose totalmente a las tres horas. El Hersey, desde cuya cubierta está tomada la fotografía, trasladó a los náufragos hasta Bremerhaven.”
Siempre había tenido intención de escribir sobre el Maipú pero antes quería conseguir la información necesaria, algo que se me antojaba imposible. Parecía que me iba a quedar con las ganas hasta que conocí la excelente página de Internet http://www.histarmar.com/. Le agradezco enormemente a Carlos Mey, su creador y webmaster, las facilidades dadas para la realización de este artículo. También quisiera agradecer a Mónica Tomasevich, hija de Jorge Tomasevich, primer oficial del Maipú en el momento del naufragio, el dar a conocer a todos un importante testimonio gráfico e histórico.

El Royston Grange-




STV Royston Grange
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Royston Grange)
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The STV Royston Grange was a British cargo liner which was destroyed by fire after a collision in the Rio de la Plata on 11 May 1972. She was the first British ship to be lost with all hands since World War II. She had been built in 1959 and was owned by the Houlder Line.
Contents[
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1 Disaster
2 Aftermath
3 Casualties
3.1 Officers
3.2 Crew
3.3 Passengers
4 References
5 External link
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[edit] Disaster
The 7,113 ton Royston Grange, carrying 61 crew, twelve passengers (including six women and a 5-year old child), and an
Argentinian pilot, was bound from Buenos Aires to London with a cargo of chilled and frozen beef and butter. As she traversed the Punta Indio Channel, 35 miles from Montevideo, Uruguay, in dense fog at 5.40 a.m. she collided with the Liberian-registered tanker Tien Chee, carrying 20,000 tons of crude oil. The Tien Chee immediately burst into flames and a series of explosions rapidly carried the flames to the Royston Grange, which burned particularly hot due to the cargo of butter and the oil escaping from the Tien Chee. Most of the crew and passengers were asleep. Although the Royston Grange did not sink, every person on board was killed in the fire, most of them probably by carbon monoxide fumes emanating from the refrigeration tanks, which burst in the collision.
The Tien Chee also caught on fire and ran aground, blocking all traffic in and out of the port of Buenos Aires. Eight of her forty crew, who were mostly
Chinese, also died, but the remainder (and the Argentinian pilot) managed to abandon ship and were picked up by cutters of the Argentine Naval Prefecture.

[edit] Aftermath
The remains of the victims, mostly little more than ashes and charred bones (much of the flesh having been stripped from the bones by the hoses used by Uruguayan tugs to put out the fire), were buried in six urns in two communal graves in the British cemetery in Montevideo on
20 May 1972 by the Rt. Reverend Jonas Ewing White, O.B.E, in the presence of 130 relatives who had been flown out to Uruguay by the ship's owners. A memorial service was held at All Hallows-by-the-Tower in London on 8 June.
The report of the Liberian enquiry into the disaster concluded that the
master and pilot of the Tien Chee, in an attempt to get enough water for her deep draught, had probably been navigating too far to the south of the channel and had pushed the Royston Grange onto the shelf that bordered it. The British ship had bounced off and into the tanker. The officers of the Royston Grange, it concluded, were probably not to blame, although there may have been some human error in attempting to avoid the collision. The master and pilot of the Tien Chee probably should not have entered the channel in the first place in the tidal conditions prevailing at the time. The report also criticised the lack of maintenance of the channel.
The Royston Grange was towed to Montevideo, and then to
Spain, where she was scrapped. The Tien Chee was also scrapped.

[edit] Casualties
All British unless otherwise noted.

[edit] Officers
George Boothby, 55, Master
Colin Craddock, Chief Officer
Stewart Third, Second Officer
David Lewis, Extra Second Officer
Paul Hambly, Deck Cadet
David Hamilton, Deck Cadet
Philip Harrison, Deck Cadet
Hugh Watkins, Deck Cadet
John Barter, First Radio Officer
Gary Johnson, 20, Second Radio Officer (his first voyage after qualifying)
Terence Teppett, Chief Engineer
David Revell, Second Engineer
John Kincaid, Third Engineer
Brian Thomis, Fourth Engineer
Colin Nolan, Fifth Engineer
Robert Lyon, Junior Engineer
Clive Weatherburn, Junior Engineer
James Craddock, Engineer Cadet
Nicholas Finch, Engineer Cadet
George Jeary, Chief Refrigeration Engineer
Ronald Platt, Extra Chief Refrigeration Engineer
Andrew James, First Electrician
Stephen Hartnell, Second Electrician
William Hagan, Catering Officer
James Flower, Surgeon

[edit] Crew
Jacob Dekker, Boatswain (Dutch)
William Townsend, Boatswain's Mate
Ronald Williams, Carpenter
Brian Jones, Senior Seaman
Andrew Adams, Able Seaman
Leonard Bruce, Able Seaman
John Burden, Able Seaman (American)
John Hurley, Able Seaman
Thomas McClelland, Able Seaman
Alexander MacDonald, Able Seaman
Eugene MacDonald, Able Seaman
John Macritchie, Able Seaman
Ernest Walsh, Able Seaman
Arthur Furrand, Deck Hand
Stephen Brookes, Junior Seaman
Michael Hawley, 17, Deck Boy
David Hullis, Deck Boy
George Morris, Engineroom Storekeeper
David Miller, Greaser
John Thearle, Greaser
Reginald Watkinson, Greaser
Carlton Davis, Fire and Water Attendant
James Fairweather, Fire and Water Attendant
Stanley Tracey, Fire and Water Attendant (New Zealand)
Peter Wright, Chief Cook
Henry Watkinson, Second Cook
James McIntyre, Baker
Lawrence Bassant, Catering Boy
Graham Edwards, Catering Boy
Roy Mills, Second Steward
Denis Beverley, Assistant Steward
Herbert Collingham, Assistant Steward
Peter Harvey, Assistant Steward
Raymond Lee, Assistant Steward
David Potterton, Assistant Steward
James MacCulloch, Messman

[edit] Passengers
Harold Bateman
Donald Campbell
Jean Campbell
Jan Craddock, 22, wife of Chief Officer Colin Craddock (they had been married for four months) (Australian)
Almut Dein (West German)
Lother Dein (West German)
Teresa Lilian Hagan, daughter of Catering Officer William Hagan
Valentine Hagan, wife of Catering Officer William Hagan
Rosa Leach
Grace Puhl
John Treharne
Margarita Treharne (Argentinian)

[edit] References
The Times

[edit] External link
Photographs of the Royston Grange before and after the collision
Retrieved from "
http://en.wikipedia.org/wiki/STV_Royston_Grange"
Categories: Maritime incidents in 1972 Merchant ships of the United Kingdom Shipwrecks in the Atlantic Ocean

Tien Chee y Royston Grange

Las puertas de la tierra, de Carlos María Domínguez Por: Carlos María Domínguez
Fragmento del libro Las puertas de la tierra. La escena de acero de los puertos y los marinos uruguayos, del narrador argentino Carlos María Domínguez. Publicado por el sello montevideano Ediciones de la Banda Oriental, Domínguez describe con belleza y precisión el universo que rodea un oficio desconocido: los prácticos en el Río de la Plata. Ilustraciones: Nicolás Arispe
En la madrugada del 11 de mayo de 1972 dos buques se cruzaron en el Codillo del Canal del Indio, 65 kilómetros al SW de Montevideo. El carguero inglés Royston Grange, de 7.100 toneladas, había partido del puerto de Buenos Aires rumbo a Londres con carnes refrigeradas, 63 tripulantes y 10 pasajeros en gira turística. El petrolero de bandera liberiana Tien Chee, con 42 tripulantes chinos y veinte mil toneladas de petróleo, entraba al río desde el puerto de Bahía Blanca, con destino a Buenos Aires. Los noventa metros en el fondo del trapecio fueron su ruina. Aunque ambos buques eran conducidos por prácticos argentinos, el del Royston Grange quiso abrirse del cruce del petrolero, el casco golpeó contra el veril (borde) del canal, rebotó y no hubo golpe de timón que impidiera la embestida al Tien Chee. Le incrustó la proa en el puente de mando. Inmediatamente reventó el tanque de amoníaco que llevaba el carguero para refrigerar sus carnes, el petrolero lanzó chorros de petróleo encendido sobre las cubiertas del Royston, cuya sala de máquinas explotó, y el agua se convirtió en una hoguera.
Un día después los bomberos y rescatistas que acudieron en auxilio todavía combatían las llamas, pero pudieron abordar la masa de hierros fundidos y deformes en que se había convertido el buque inglés. En el puente de mando hallaron las cenizas humeantes de cuatro individuos y en los camarotes y demás dependencias los restos calcinados de los 63 tripulantes y los diez pasajeros, todos ubicados en sus respectivos sitios, como si hubiesen muerto de un modo súbito. Durante años se presumió que el amoníaco los asfixió antes de ser devorados por el fuego, pero un juicio llevado en Inglaterra comprobó que el Royston Grange llevaba un cargamento no declarado de fósforo blanco con destino a Brasil, causante de la muerte masiva. A las víctimas del carguero inglés se sumaron nueve marineros chinos que ardieron en el agua, al intentar abandonar su barco.
La tragedia del Royston y el Tien Chee es una de las muchas que se cobró este río de gargantas estrechas como desfiladeros sobre el horizonte de cielo y agua. Si con las cartas, boyados, radares y navegadores satelitales que existen en la actualidad, su navegación es delicada y peligrosa, cabe ponderar las dificultades que hallaron los marinos españoles en el siglo XVI, cuando lo descubrían y conquistaban en barcos a vela que sólo podían navegar con viento de popa, sin cartas náuticas y con rudimentarias sondas.
Se ignora cuál fue el primer buque en naufragar en el Río de la Plata, pero a mediados de 1516 una de las tres carabelas de Francisco Torres, segundo de Juan Díaz de Solís, naufragó en medio de una sudestada a la altura de la isla de Lobos, cuando regresaba a España luego de que los indios cenaran al adelantado. Los cronistas de Magallanes ya hablaban con temor del Río de Solís y desde los viajes de Sebastián Gaboto las cartas señalan un banco que bloqueaba el ingreso al río, denominado Bajo de los Castellanos, con una proporción genérica que se extendía del meridiano de Montevideo hacia el Oeste.
Lo que poco a poco fueron descubriendo los marinos es la existencia de un banco de piedra y arena ubicado a pocas millas de la costa montevideana, con un perímetro de 79 kilómetros y diecisiete mil hectáreas de extensión, a oscilantes cinco metros de profundidad. En días de calma lo descubre la visión de blancas rompientes alzadas en el horizonte y el oído por su rugido. En la cabecera norte, frente a la isla de Flores, hay un metro de profundidad, pero hacia el N.O. forma un acantilado que pasa de cuatro a diez metros de hondura. Ha sido la pesadilla de incontables marinos y por empezar, del que le dio el nombre de Banco Inglés.
Habiendo partido de Plymouth el 13 de diciembre de 1577, el pirata Francis Drake circunnavegó el planeta esquilmando las arcas de los buques españoles. Un año después de partir pasó quince días en el Río de la Plata y desembarcó en la bahía de Montevideo, según el diario de su sobrino John Drake, quien lo acompañaba. El tío ya no habría de regresar, pero sí el sobrino, que en febrero de 1583 naufragó cuando un temporal deshizo su nave contra las rocas de Gorriti o Lobos, y se hundió en la posición que actualmente se conoce como Laja del inglés. Al llegar a tierra con dieciocho sobrevivientes, fue capturado por los charrúas. Trece meses pasó la tripulación en cautiverio de los indígenas, hasta que John Drake y dos compañeros consiguieron huir en una canoa. Cruzaron el río en busca de su libertad y lograron alcanzar la orilla bonaerense, pero sólo para cambiar de verdugos. Hallados por los españoles en una playa cercana a Buenos Aires y obligados a ocultar su condición de piratas, dijeron ser los únicos sobrevivientes de un barco mercante naufragado en el Bajo de los Castellanos. La mentira tuvo dos consecuencias: los enviaron al Santo Oficio de Lima para ser juzgados por piratas y herejes, y el Bajo de los Castellanos quedó rebautizado hasta nuestros días como Banco Inglés.
Sus arenas y rocas hundieron más barcos a vela que ninguna armada conocida en la historia de las batallas navales. La fuerza de los vientos y las corrientes convirtieron sus cabeceras Este y Norte en una siniestra tumba durante varios siglos. Con semejante recibimiento, se comprende que entre los navegantes, pronto se conociera el río como “el infierno de los marineros” y nadie se confiara al cruzar sus aguas, al grado que el costo de los seguros marítimos de los barcos que entraban al estuario equiparaba el de la travesía entre Europa y su embocadura.
Gran parte del problema consistió, en los orígenes, en hallar buenos puertos y reparos dentro del estuario. En 1536 Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires sobre la costa occidental por haber hallado un riachuelo donde proteger sus naves. Se lo conoció como Riachuelo de los Navíos, pero como al cabo de pocos años la fortificación fue destruida por los indígenas, su ubicación exacta sigue siendo incierta. Unos creen que nombra al actual Riachuelo que limita el sur de la Capital Federal, y otros que se levantó sobre la margen de un río a la altura de Escobar, puesto que las crónicas hablan de una laguna cercana donde vivían los aborígenes y varias descripciones coinciden. Donde estuviera, lo cierto es que poco después de inaugurado, el fondeadero se tapó de barro y los barcos debieron anclar afuera, sin reparo y expuestos a toda clase de accidentes.
Un episodio refleja los duros precios que debió pagar, desde sus inicios, el comercio marítimo en el estuario. En abril de 1538 arribó al Río de la Plata la nave Santa María, cargada de mercaderías para vender en el puerto de Callao, una vez que cruzara el estrecho de Magallanes. Buscaba Buenos Aires, pero no hallándola, fondeó junto a la isla San Gabriel (frente a la actual ciudad de Colonia), y su capitán y mercader, el genovés León Pancaldo, embarcó en un bote para ir en busca de la ciudad y hallar un práctico que ingresara su barco. Ya de regreso, sin encontrar ninguna de ambas cosas, halló dos galeones, “Santa Catalina” y “Marañona”, dispuestos a guiar su nave, pero lo hicieron con tan mala fortuna que al entrar al fondeadero la Santa María y la Marañona encallaron en un banco y se perdieron. Fue el primer practicaje efectuado a un buque mercante en el primitivo puerto de Buenos Aires. Hubo un juicio ordenado por la Corona de España, los protagonistas se acusaron mutuamente y el jurado falló en contra del genovés, que debió maldecir al río y a todas sus criaturas hasta el fin de sus horas porque las mercaderías que pudo salvar del naufragio y se proponía vender en Lima, debió ofrecerlas a los insolventes pobladores de Buenos Aires, quienes se comprometieron a pagarle cuando hallaran el oro y la plata que esperaban descubrir. No sólo nunca encontraron oro, poco después el poblado fue arrasado por la indiada y Pancaldo siguió a sus deudores en su larga fuga hasta la ciudad de Asunción, donde falleció sin recuperar un cobre...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº62-Septiembre 2007

accidentes maritimos